Detrás del apretón de mano que damos en cada relación, tenemos dos acuerdos: uno encima de la mesa y otra debajo. El primer acuerdo es un acuerdo consciente entre las dos personas, que dice “Vamos a apoyarnos uno al otro, vamos a cuidar las necesidades del otro, vamos a escuchar y acomodarnos uno con el otro y nos vamos a comprometer en lo que necesitemos” Estos son acuerdos importantes, sin embargo, están limitados. Cuando el tiempo va pasando, se va convirtiendo más difícil el mantener esos acuerdos, porque, previamente, existían aspectos no revelados de la otra persona, que van apareciendo y que pueden no estar alineados con el acuerdo inicial.
El segundo acuerdo, el que se ha dado debajo de la mesa, no se menciona, sino que es un acuerdo inconsciente entre dos personas que dice: “Vamos a dejar a un lado aquellos aspectos de nosotros mismos que pudieran amenazar nuestra relación, para que así podamos hacer que nuestra vida funcione mejor juntos, evitando conflictos, que estemos más cómodos uno con el otro y podamos aspirar a alcanzar una relación idílica”. Este segundo acuerdo requiere que cada persona suprima cosas de nosotros mismos, por ejemplo, nuestra personalidad, nuestro bagaje cultural, nuestro estilo personal, nuestras necesidades y deseos… para que no rompamos el barco. Estos aspectos permanecen en la sombra de nuestra relación.
Los aspectos que podríamos suprimir de la persona, podrían ser: no querer estar presente o escuchar a nuestra pareja, porque piensas que debes estar siempre presente para tu pareja; tomarte tiempo a solas porque piensas que debéis estar siempre juntos; seguir tus impulsos (viajar, salir con tus amigos, o la familia, o ver tu programa preferido en la tele, o ir a esquiar… una lista que no tiene fin) porque tu pareja no está interesado/a.
Además, también se podría incluir los estilos diferentes que tenemos de expresarnos o de comunicarnos, que obligan a nuestra pareja a salir de su zona de confort e incluso a la propia relación. Por ejemplo, una persona podría tener, de forma más natural, un estilo de comunicación más inquisitiva, directiva o rápida; mientras que la otra persona podría ser más sensible, lenta, tímida o callada. La primera persona podría acomodarse y suprimir su poder personal para acercarse a la otra persona con más gentileza. La segunda persona, podría suprimir su naturaleza más suave y tratar de ser más inquisitiva con la otra persona. Ninguno de los estilos de comunicación son ni buenos ni malos, pero nos acomodamos en un estilo de comunicación, que no es el propio natural, y esa situación nos resulta difícil de mantener largo tiempo.
Cuando el segundo acuerdo titubea
En algún punto de la relación, el segundo acuerdo, que no es consciente en su plenitud, titubea y deja de cubrir nuestras necesidades, los deseos y nuestros estilos de comunicación emergen a la superficie, y provocan todo tipo de problemas. Salen a la luz en forma de resentimientos, ira, sueños, enfermedades, estados de ánimo, aventuras con otras personas, y muchas otras igual de molestas. En este momento, aparece una pregunta importante: ¿Cómo voy a tratar estos problemas?, ¿Me deprimiré y tendré que tomar anti-depresivos para volver a mi zona de confort?, ¿Podré ignorar esos impulsos y volver al primer acuerdo y decir: “Vale, he encontrado la forma de asentarme en esta relación y puedo estar así el resto de mi vida”, ¿Tengo el deseo, la disposición o el coraje para embarcarme en un viaje de guerreros para crecer personalmente y hacer crecer la relación junto a mi pareja?
Los caminos más comunes que las parejas pueden tomar
Existen 4 caminos más comunes para las parejas que se topan con el reto de afrontar las necesidades inconscientes, los deseos y los estilos de comunicación que emergen pasado el tiempo.
- 1º Camino: Hemos encontrado en el trabajo con nuestros clientes, que si uno o los dos no están abiertos para trabajar de alguna manera esas nuevas necesidades/deseos o estilos de comunicación, que han salido a la superficie, la pareja volverá a la situación inicial, el status quo del primer acuerdo y desarrollarán estrategias para gestionar aquellos aspectos de la relación que le perturban. Estas estrategias inevitablemente serán insostenibles y contribuirán a que surjan más problemas y dolor. Al final las personas podrían decir en esencia: “Voy a ir a comprar, jugar a las apuestas, a drogarme, a deprimirme o tener una aventura con otra persona”. “O voy a poner toda mi atención, tiempo y energía en hacer más dinero y evitar estar en casa y hacer cosas con mi pareja” O como una pareja, podrían decir en esencia: “vamos a irnos más de vacaciones y vamos a fingir que tenemos una vida buena y que tenemos todas nuestras necesidades cubiertas” Volver al status quo inicial del primer contrato, es el camino más común que suelen adoptar las parejas cuando tienen cuestiones de la pareja que no quieren que emerjan a la superficie.
- 2º Camino: Otro camino que puede adoptar una pareja es cuando se concentran en apoyar a sus hijos/as con dificultades y que requieren de ayuda profesional que les ayude. Al final, los niños/as adoptan esos comportamientos molestos que están en la pareja y que ésta no le da el lugar para que salga o se trabajen. La pareja puede enviar al niño/a a terapia aunque ellos sean los que tienen los problemas, convirtiéndose el niño/a en el “paciente identificado”, porque es el que aparece como enfermo cuando en verdad es el sistema familiar el que necesita sanación. ¿Por qué no quieres que tus hijos/as vayan a terapia?, ¿Qué hay de malo en eso? Parece que tiene todo el sentido, sin embargo, el hecho de que la misma pareja evite sus problemas, provoca que el niño/a los represente y ello continuará hasta que se deje de ver al niño/a como el “paciente” y sea la pareja la que empiece a responsabilizarse de sus dificultades en la relación. Por supuesto, esta no es la única causa de que el niño/a tenga ese tipo de reacciones, pero siempre puede ser algo que puedes considerar.

- 3º Camino: el tercer camino que pueden tomar es aquél en el que las parejas llegan al punto final. En este caso, la relación de pareja termina porque no pueden adaptarse a los cambios. Esto es lo más lejos que podían llegar. Han alcanzado el límite. Todo lo que ha salido en la pareja que se había suprimido, la pareja ya no lo puede soportar más. Esto es perverso y causa mucho dolor. El contenedor no es suficientemente fuerte y la relación llega a su fin.
- 4º Camino: El cuarto camino posible requiere en la pareja un cambio significativo y de crecimiento. Los brazos de la relación se expanden y permiten continuar con las experiencias suprimidas e integrándolas en la relación. Este es el camino menos común porque requiere que ambas personas quieran aprender y crecer individualmente y en la relación. Esto quiere decir que ambas personas tienen que querer reflexionar sobre sí mismas, reconocer sus buenas intenciones y también sus prioridades inconscientes, comunicarse con honestidad y abrirse a la otra persona. En ocasiones habrá que trabajar a través de conflictos dolorosos y vivir coherentes con su individualidad y de una forma más auténtica. No es un camino fácil y normalmente requiere la ayuda externa de un terapeuta que facilite esa transformación de la relación.
Este camino requiere que ambas personas estén genuinamente abiertas para cualquier cambio que se tenga que dar en sí mismas. Si poner el cambio en la mesa y estar abiertas a él no es verdaderamente lo que alguna de las personas quiere hacer, y además mantenerse en coherencia consigo mismas y su naturaleza más profunda; al final ambos estarán cerrados al cambio y la relación podría igualmente morir. No hay juicio, no hay culpa, aquí. Ambas personas están abiertas a aprender y crecer, pero su naturaleza les dice “no” a ese cambio específico, y entonces, al final, la persona que elije no ser coherente consigo misma puede tender a querer mantener intacta la relación.
Cuando una de las personas es más madura que la otra
En relaciones de mucho tiempo, como por ejemplo en el matrimonio, hay veces que una de las personas es más madura (entendido como una persona que ama aprender, crecer y cambiar a lo largo del tiempo) y la otra que no lo es tanto. En nuestra experiencia, en relaciones heterosexuales, la persona más madura suele ser la mujer más que el hombre, pero, por supuesto, esto no es una verdad universal. En general, es más probable que las mujeres vayan a terapia y persigan un crecimiento personal, que los hombres. A veces, hemos encontrado, que la mujer es la que llama para fijar una cita y tener una terapia de pareja. Cuando le preguntamos a ella: ¿Tu pareja quiere venir a terapia?. Ella dice: “Bueno, voy a consultarlo con él, pero yo creo que quiere hacerlo”. En situaciones como esta, es incontable las veces que la mujer sola quiere ir a terapia y el hombre realmente no está interesado en hacer trabajo terapéutico. Ella quiere mirar en la relación e interactuar con ella: ver quién es ella, aprender cosas nuevas y convertirse en un nuevo tipo de persona. Pero su pareja hombre puede decir: “esto es un trabajo duro y cuesta mucho dinero y te quita la vida” Para ella, la terapia te da la vida; y para él te quita.
En ese caso, la terapia de pareja es contraindicativa; la mujer se aprovecharía más de una terapia individual. No sería inteligente por su parte el embarcarse en un camino para intentar cambiarlo a él. De cualquier manera, ella va a conseguir la forma de generar una “separación” real de su pareja, sin ni siquiera terminar la relación (por ejemplo, meterse en una carrera que ella nunca consiguió, salir con los amigos que nunca antes había hecho, no preocuparse de si su pareja está de mal humor o se está separando de ella emocionalmente y financieramente) o al final, ella podría necesitar abandonar.
El Tao en las relaciones
Habría mucho que decir sobre nuestros esfuerzos personales para crecer y desarrollarnos en una relación y el hecho de que esos esfuerzos tengan un efecto significativo en la resiliencia de nuestra relación, la verdad es que, lo que pase en nuestra relación no depende sólo de nosotros. Lo que pasa en nuestras relaciones, incluyendo cuánto van a durar, está sujeto al tao, a la naturaleza, al universo, a Dios, como queramos llamarlo, tiene su propio tiempo. Las relaciones tienen su propios cursos y no se puede controlar su resultado.
En una conferencia, la autora, activista y ganadora del Seven-Time NAACP Image Award Nikki Giovanni explicaba que el Tao en una relación es el camino más divertido, creativo y adecuado. Ella decía (parafraseando), ”¿Recordáis aquellas máquinas que te predecían tu fortuna, como Zoltar en la Isla Coney? Expendían un ticket con tu fortuna”
“Con las relaciones” ella explicada “es como si una adivinadora sacara una carta y le contara a la persona cuánto tiempo se supone que va a durar la relación. Por ejemplo, la carta podría decirle una noche, dos meses, 20 años, o toda la vida. No todas las relaciones están hechas para que duren toda la vida. Cuando las relaciones duran más de lo que se suponía (que es lo que suele ocurrir), ocurren todo tipo de problemas y si la relación acaba en algún punto, cada persona se sentirá terrible sobre cómo ha terminado, se odiarán uno al otro y habrá un montón de dolor. Cuando la relación termina antes por alguna razón, en ocasiones las dos personas se quedan para siempre con la sensación de lo perfecta que era la otra persona y de que podrían haberse convertido en el amor de su vida. Sin embargo, cuando la relación termina justo en el momento previsto por la adivinadora (lo que suele ocurrir raramente) es normalmente agridulce. Cada persona siente amor y cariño por la otra persona, gratitud por lo que han compartido y en paz con el conocimiento de que eso tenía que acabar.
Texto traducido por: Cecilia de Arriba Rivas
Texto original: https://www.psychologytoday.com/blog/is-psychology-making-us-sick/201709/when-relationships-fall-apart